Las clases vespertinas del taller fueron en la UAQ, una gran universidad, abierta a experimentar cosas nuevas. El espacio tenía algo especial, con su piso de mosaicos me recordaba un poco una autentica academia de capoeira angola, de allá de Brasil.
Eramos bastantes y aún así la forma de dar clase de Cabello -en círculo, con el como eje de un remolino de actividad- y la disposición de la gente hicieron de cada clase una experiencia que se aprovechó al máximo.
Muchas gracias a la máxima casa de estudios del estado, a sus profesores, a la maestra Alma muy particularmente, y a los alumnos de esta institución que apoyaron este proyecto y su realización dentro de este espacio.
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